En estos días he tenido que llevar mi flamante iMac a reparar, con casi un año su disco duro ha dicho: hasta aquí hemos llegado.
El servicio técnico de AS Computer de Santiago ha funcionado como debía. Si acaso el tiempo de la reparación debería de ser algo menor, cosa que en mi caso no me ha importado, ya que he estado fuera de casa y no hubiera usado el ordenador durante estos días.
En este período he usado intensivamente mi iBook de 12’ con un sencillo G4, 512Mb de RAM y un viejo Tiger. Y aunque no es comparable con el iMac en prestaciones; si que con algo menos de pantalla 😉 y menos velocidad he podido realizar todas las funciones que a un portátil se le pueden pedir.
Después de esto me planteo la siguiente reflexión. ¿Es necesario tener el último producto de Apple debido a su rendimiento mejor? La respuesta es no. En el caso del iPhone 3G se demuestra que los cambios son muy pocos; y sólo, si tienes necesidad de estar conectado en todo momento y en cualquier lugar, tiene sentido el cambio de modelo. Como este ejemplo del iPhone podemos extrapolar a otros productos de Apple, pero la sensación de expectación que genera la compañía de Cupertino nos lleva a magnificar las novedades de sus productos, y salir corriendo con nuestras tarjetas a pedir el nuevo gadget de Apple; deshaciéndonos de los viejos para caer en los brazos de los nuevos productos.

Yo he vuelto a valorar a mi pequeño iBook, que no en vano fue mi primer producto de la casa de la manzana; y que me fue llevando a tener una no despreciable cantidad de gadgets, así como la correspondiente pegatina mordida en el coche. 😉